
El servicio civil de carrera es, en términos de una de las definiciones que aparecen en línea…, “…el instrumento administrativo que tiene como propósito la gestión de los recursos humanos… Comprende normas, políticas y actividades diversas que rigen los proceso de ingreso, selección y desarrollo del personal, inspiradas en la igualdad de oportunidades, eficacia, transparencia y méritos”.
Desde hace muchos años surgió -en México- el intento de dotar de una verdadero servicio civil de carrera, a la administración pública federal. Lo intentaron, incluso, en algunas entidades y en uno que otro municipio. Así, la escala iría, desde jefe de departamento, subdirector, director, director general adjunto, hasta director general (con las denominaciones análogas, en los distintos entes administrativos). Las subsecretarías y secretarías…, ‘reservadas’ a personajes ligados al mando supremo, sin limitarlas a los que escalaron desde ‘abajo’, lo que -en realidad- sería óptimo.
El intento quedó en eso. ‘Algo’ (llamado actividad política), lo truncó en todos los frentes de la vida pública de nuestro país. Sin voluntad del gobernante en turno, es difícil establecer normas. Porque…, todos ven por sus ideas y afinidades, que orientan al ingreso y selección de sus cercanos; que si bien, podría considerarse válido, no infunden en ellos responsabilidad, para un debido desarrollo personal y profesional. Además de que, no son capaces de generar igualdad de oportunidades, por… “eficacia, transparencia y méritos”, en términos de la definición trascrita. Como algo lamentable…, …no se ocuparon -ni se ocupan- del presente, por estar absortos en las próximas elecciones.
Sin un servicio civil de carrera, cómo evaluar…, a quienes llevaron a trabajar en tareas sensibles y de alta responsabilidad. Porque -al final-, no hay resultados; todo, se contrae a proyectos truncos o equívocos, con la factura a cargo de quienes les dieron el voto y la confianza. Ejemplos sobran (del pasado y del presente). Usted (es), puede (n) referir al primero que le (s) venga a su mente.
En la realidad -el escalafón- aparece en la formación Militar. No sé de un solo General, que no haya empezado desde teniente…, después capitán, teniente coronel, coronel y -así- adquirir el rango máximo. Por cierto, ahí en donde está el referente del ‘ascenso’ ordenado, en la actual administración, les encargaron la seguridad pública, que es ajena a su formación y, hoy, es un grave problema.
En la vida civil, las instituciones que más se apegan a ese ‘modelo’ -por mucho- son las que imparten justicia. Quienes ahí laboran -en su mayoría-, empezaron como secretarios de acuerdos, para después ser jueces y, a la postre, magistrados. Algunos, antes de ser secretarios, fueron actuarios o notificadores (los que realizan las ‘notificaciones’), a quienes participan o tienen relación con un juicio o trámite judicial. Son de excepción, los que comenzaron como escribientes o en tareas elementales.
Ya en el día a día de la impartición de justicia, en la competencia federal, hace algunos años la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue el adiós o el retiro, hasta que reformaron su estructura orgánica, para quedar como está; además, para que dejara de ser -el cementerio de políticos- venidos a menos. En la competencia del fuero común (en algunas entidades), prevalece la imagen del atroz amiguismo o pago de ‘servicios’.
Por fortuna, en la mayoría de las instituciones que imparten justicia, hay un escalafón que da certeza. Lo ideal sería que, para ser ministro (a), magistrado (a) y Juez (a), tuvieran el nivel previo y una hoja de servicios intachable. Eso sería un rotundo éxito para la justicia mexicana. Ahí, no es excepción, como no debe serlo en las diversas actividades públicas: “saber hacer, lo que se va a ordenar”.
Hoy, en vez de consolidar una justicia de verdadero escalafón, el señor presidente (sin observar la división de poderes), pretende -por un arrebato- que los mexicanos elijamos a los ministros, magistrados y jueces, por voto directo. Ante tan monumental imprecisión, atento invito a la lectura de mi anterior artículo (disponible en esta página), que intitule ¿Sin jueces? que, por cierto, es el que más lectores reporta, desde que publiqué el primero de ellos en febrero del 2021.
El primer mandatario ofreció -en campaña- que los militares regresarían a sus cuarteles, y… no…, creo que hasta él se sorprendió por lo que dijo y por lo que hizo. Habría sido, de gran relevancia…, comprender que… no hay General sin grados previos, y… -eso- proponerlo, para las tareas de impartición de justicia y, pugnar, para que prevalezca en las procuradurías / fiscalías.
Insisto, la seguridad pública enfrenta diversas complejidades, porque, a quienes el presidente se las encargó, no tienen la formación (quede claro, no hablo de capacidades), para ello. De esa imprecisión, ahora, pretende ‘saltar’ a otra, al proponer reformas a la ley, para elegir a los impartidores de justicia por identidad partidista, y, con ello, favorecer a quienes no tienen la trayectoria que se adquiere, por los años en el servicio. Acaso, con su velada propuesta, como reza uno de los refranes de la academia: “los monaguillos oficiarán frente a los obispos”. ¿Para qué?, para tener una justicia… ¿a modo?
Tuve el privilegio de laborar en tareas operativas, relacionadas con la procuración de justicia (que no de seguridad pública), y, -ahí- vi el esfuerzo del personal Militar, con quienes interactuamos. Por esa labor de investigación, también vi el quehacer de jueces y secretarios, a quienes les llevé infinidad de pliegos de consignación ‘con detenidos’, en contra de infractores de la ley, o alguna solicitud de medida cautelar, y -ahí estaban- …a medianoche o en la madrugada.
Ambas instituciones son respetables y de importancia para México. El señor presidente aplaude a unos y denosta a otros. Equivocó las funciones de unos y pretende crear un caos con los otros. Eso -hoy- es muy preocupante y hasta alarmante. Es tiempo de pensar en la carrera, para el desempeño de los servicios. Como está el país (por la falta de seguridad) y para que haya impartición de justicia (con estabilidad), ya no hay espacio para arrebatos.
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